Monday, 16 July 2012


LA MALA EDUCACIÓN

Las mentes bienpensantes se empeñan en preguntarse una y otra vez, cómo es posible que la sinrazón sea la fórmula y el método que los gobernantes articulan para legislar.

Al lado opuesto, la tibieza –fruto de de una ignorancia trabajada- y la mezquindad de quien cree salvar lo propio callando sin ningún sentido de la solidaridad, propician que quien ostenta una autoridad delegada por todos, actúe con la impunidad que otorga la fuerza. Fuerza escenificada en el abordaje de lo colectivo y su administración como algo propio e instituido con el único fin de aplacar la indignación que suscita su ejercicio en el poder, decidiendo sin reconocer a quienes representan y los ubican.

Arrogarse privilegios a uno mismo al amparo de los votos, no revela sino la indecencia y el comportamiento pueril (si no fuera por la maldad que encierra) de quien lo quiere todo para sí. Encorbatarse, escoltarse y saltar al escenario de los protocolos a base de ceremonias con la que justificar sus precios para nosotros, un ejercicio de vanidad y torpe coquetería con la que celebrar el triunfo personal enmascarando las ambiciones de intrincada gestión.

A la pregunta de los bienpensantes, cabe una respuesta clara: Desde luego, claro que son conscientes como los somos nosotros de la sinrazón.

No hay duda que en la necesidad  y los derechos comunes se adivinan pingües beneficios para un reducido grupo, instaurado en el ejercicio del poder con el único fin de apropiarse de lo común.

Las aportaciones directas en forma de pago a la sanidad universal y los rendimientos del trabajo, así cómo otras indirectas son el fondo que de común acuerdo se cede para compartir lo que desde la constitución de los estados modernos (dejando a un lado entre otros las monarquías absoluta y el engaño de los estados generales), se ha ido construyendo, no sin luchas de largo recorrido para los más desprotegidos.

Ser el depositario de la confianza para administrar, no es un cheque en blanco de libre disposición. Lo público, no tiene precio de mercado sino valor de servicio y tiene dueño: la colectividad que conforman las naciones, todos y cada uno de sus ciudadanos y ciudadanas. Venderlo para que, a su vez, preste un servicio público aumentando la aportación por ciudadano a causa de la necesidad de ganancia por parte del adjudicatario a dedo, una usurpación de la propiedad colectiva arrebatada con la perores mañas, pues quienes no creen sino en la propiedad privada de los servicios son los que – a través del sistema democrático- acceden al ejercicio del poder para enajenarlos.

La extraordinaria cara dura, la falta de rubor y los más mínimos instintos de vergüenza, se han apoderado del ejercicio político. Es decir, en el momento de administrar la cosa pública.

¿Recortes, gasto público, ajustes, insostenibilidad? ¡Bandidos!. Defiendan ustedes la justicia y la independencia de la magistratura, dejen de esquilmar lo nuestro, dejen de doblegarse y confabularse con las patentes farmacéuticas y pongan en primer lugar la vida de quien se encuentra enfermo. Dejen ya de seguir saqueando, dejen ya de derivar servicios públicos a empresas privadas –en las que tras su paso por sus cargos tendrán un puesto-, dejen ya de apropiarse de la vida de la gente, pero déjenlo porque nada de lo dicho es suyo. Dejen ya de “cuidarnos” diciéndonos que el sistema financiero es la sangre de la economía ¿Se puede ser más hipócrita y cínico? ¿Qué sistema financiero? ¿El que abre brechas en la sociedad, manipula, altera, se llena los bolsillos y además reclama ser salvada después de haber corrompido todo? ¿Pero qué farsa es ésta?

No les diré que dejen de engañar porque ya no engañan a nadie, no hay decoro en sus decisiones ni sus argumentos ¡van sobrados!.

Un sistema financiero que sienta las bases sobre bienes que no existen en vez de sobre la producción, que se adentra en consejos de administración de las empresas con el dinero ajeno, un sistema financiero que no financia, un sistema financiero que paga con hipótesis y cobra al contado, un sistema financiero que compra prestando a quien le presta ¿Qué poder real tiene si no es aquel que se le concede?

El dinero es de los estados y sobre ello estos pueden legislar. Son los estados quienes ponen el dinero en circulación y los ciudadanos quienes lo dinamizan. Hablando de sangre, si desde los ejecutivos de los estados se cauteriza el flujo empobreciendo económicamente a los que bombean la sangre y se interviene con un bypass para que la zona envenenada siga fluyendo la declaración de intenciones es de una evidencia meridiana.

La representación de los estados (democráticos) no es otra cosa que la designación de la mayoría para administrar lo de todos. En ningún caso es la propiedad lo que se traspasa, pero la indecencia es tal que los administradores de lo público se han ataviado de autoridad frente al pueblo (como si ellos no lo fueran). No reconocen responsabilidad en los resultados, modifican leyes y las crean para posicionarse con ventaja – deben saber por anticipado que gobernarán de espaldas a la justicia…-.

La realidad es que a ustedes, señores gobernantes, no les quitan nada. Es más, se pertrechan para que el futuro no les sea adverso. Tras eso, se legisla, gobierna, debate o crean comisiones, como si eso fuera la voluntad de los ciudadanos. El problema es que son actores tan histriónicos en la semblanza de la serenidad que el pueblo (ese a quién desprecian y hacen doblar la rodilla en nombre quién sabe de qué) aún reconoce, vaya usted a saber por qué, esa dignidad que infunde el cargo.

Triste ver cómo se dilapidan sociedades, cómo el fango de la grosería y el despotismo que genera la mediocridad sentencia al desasosiego de una ciudadanía que asiste impotente a la enajenación de sus propios bienes. Para ello ya han articulado leyes que protejan sus decisiones en forma de incitación a las revueltas, manifestaciones o resistencia pasiva ante los agentes de la autoridad. Triste cómo los estados sitúan a personajes incapaces de plantar cara que ( como el cacareado electricista de la catedral de Santiago autor del robo del Códice Calixtino) se les cede la llave para expoliar y reinventar los reinos de taifas con jurisprudencia amparada en la propiedad del dinero… si no al tiempo.

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