Juan Antonio Tinte
La decisión de presentarse a unos
comicios es libre, pero cercenada al tiempo. Y esto es así por que la manera de
permitir el acceso a las posibilidades de representación lo decide quien es juez y parte, mientras conoce
bien los límites donde el permiso a presentarse por parte de “advenedizos” le
es adverso.
La erótica del poder llega
infundida por la impunidad y la autoridad con la que los partidos han usurpado
la decisión de los votantes, como una condena inamovible en sus estructuras y en
el momento de sucederse en el ejercicio del poder.
Desde la política, que parece ser
sólo la estructura que atesora cargo, se elaboran leyes y jamás están vendrán
dadas para ceder parte de una soberanía que sólo es “lícita” y vinculante en el
momento del plebiscito que, ironía, se redactan en nombre del pueblo. Cuando el
desajuste es grotesco y humillante entonces nace la protesta.
Desde los aparatos de los
partidos se insiste en que el congreso es la cámara de representación de los
ciudadanos y ciudadanas. Falaces. Es la cámara donde su vida transcurre y se
cierran acuerdos para mantenerse en éste o aquel cargo a expensas del Estado o cualquiera de las diferentes administraciones.
Sus oídos son indolentes y sordos
a las demandas de reforma de la ley electoral. Ustedes prefieren ser cuestionados que ceder un palmo de privilegio,
por que nunca, según se maneja la actual legislación, tendrán que ofrecer
explicación más allá del debate parlamentario. Nunca una decisión tomada, sea
de la magnitud que sea, se verá en la
obligación de ser depurada ni puesta al filo del juicio por responsabilidad
irresponsable. ¡Que clase política, cuánto celo en su protección! ¡Que vergüenza
que estemos hablando de ellos sin poder hacer nada hasta….¿Hasta dentro de tres
años? Vaya democracia donde, ante lo que
nos afecta, sólo tiene voz y decisión quien genera y agrava el problema.
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